El cambio de una ideología estatal |Antes del sexenio de López Obrador, el neoliberalismo era la guía de las políticas del Estado mexicano. En esta aseveración, no se equivoca el presidente. El neoliberalismo como proyecto económico, pero sobretodo como proyecto político, fue resultado de una colisión del Estado benefactor, con sus altos índices de corrupción (al igual que ahora), pero también de ineficiencia: el recurso público era desperdiciado por el propio Estado que acaparaba buena parte de las empresas públicas y de los proyectos productivos.
Cuando en México se comenzaron a aplicar políticas neoliberales en los sexenios de De la Madrid y Salinas, a través principalmente de la venta de empresas estatales a sectores privados, la política pudo concentrarse hacia otras cosas: el partido hegemónico fue derrotado, se hablaba de transparencia, innovación y profesionalización en el gobierno y había más actores dispuestos a ser parte de la toma de decisiones. Todo bien, hasta que la propia democratización que jugó a favor de la apertura de mercado, demostró que los problemas sin resolver por el Estado antes del neoliberalismo seguían ahí e incluso se habían acentuado. El beneficio a los grandes capitalistas se combinó con olas de reclamos, manifestaciones y narcotráfico en el país.
Pobreza, desigualdad, inseguridad, corrupción e impunidad. Los cinco grandes problemas que podrían resumir la razón de la llegada de López Obrador al poder. Son los problemas que hoy llenan el discurso político de ambos bandos, tanto pro 4T como la oposición, como si las personas que padecen estos problemas, al menos la mitad de la población, fueran una moneda libre de intercambio en la demagogia de este país.
Estos discursos están puestos ahora en la discusión que concentra a la clase política: la nueva reforma energética. Con la remasterización de argumentos, conocidos en la reforma de 2013, el presidente quiere convencer de que su propuesta es la que generará desarrollo en el sector energético. Ya que el poder judicial le puso un freno apoyando los constantes amparos y suspensiones, el presidente se dio cuenta que la única manera de llevar a cabo sus proyectos productivos en el sector tenía que hacerse a través de una reforma constitucional. A la reforma educativa de Peña Nieto se uniría la energética.
El trasfondo es un cambio en la ideología estatal que busca romper aún más con el neoliberalismo y retornar a un modelo donde el propio Estado se hace cargo de las empresas estatales. Pero con los constantes recortes presupuestales, siguiendo la línea de la austeridad pero además por los propios efectos de la pandemia, ¿cómo piensa el presidente crear un Estado con más empresas públicas sin presupuesto? Su discurso es que el servicio público se convierta en “los siervos de la nación”, dispuestos incluso a trabajar sábados y domingos sin ninguna mejora salarial. Ya no importa que tan sofisticada hagamos la administración, lo que importa es la lealtad al líder y la “honradez”. Y eso nos regresa a los años donde el Estado además de corrupto, era ineficiente. La administración pública está atada al modelo de Estado y dudo que este modelo trasnochado del presidente resuelva los grandes problemas del país.
Postdata: La mezquindad de los políticos no ayuda en nada a este problema, siempre dispuestos a cambiar de bando a cambio de que no te investiguen. por José Luis Villalpando Ortega by #AIGCc
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