El relato oficial de la consumación de la Independencia. | Si en la historia de nuestro país hiciera falta un uso a la plancha del Zócalo, esto se resolvió el pasado lunes 27 de septiembre, cuando la principal plaza pública se convirtió en un escenario para la representación del bicentenario de la consumación de la Independencia. El gobierno de López Obrador se ha esforzado por insistir en narrar la historia oficial de México, el típico relato maniqueo donde los ganadores son los portadores de las virtudes patrióticas. El romanticismo inunda ese tipo de cuentos, pero obtiene un propósito político muy importante: contar una historia en común permite construir una sola visión y validar a quien la cuenta. Los ideólogos de la 4T y el propio presidente saben del poder de los relatos y símbolos históricos como discurso político.
En el evento para conmemorar esta fecha, los símbolos llenaron el Zócalo. Se tratan de símbolos que se transmiten a través de la educación básica y que son constantemente reforzados por los eventos cívicos, los discursos políticos y la publicidad gubernamental. A diferencia de los últimos gobiernos, este en particular ha explotado la transmisión de mensajes a través de símbolos que están relacionados con la historia oficial. Me refiero no solo a los símbolos que ya conocemos: la bandera, el escudo y el himno nacional; sino a otros como la representación de la patria, los héroes patrios como Hidalgo y Morelos, el estandarte guadalupano, la dicotomía entre liberales y conservadores y la propia figura presidencial que es reforzada por las constantes menciones a Juárez, Madero y Cárdenas.
Pero estos símbolos no son un relato construido en los últimos años. Se trata de una historia que fue creándose incluso desde el porfiriato y que fue reafirmado por el sistema hegemónico del siglo XX. López Obrador sabe del poder que tiene la historia como arma política. Narrar un relato como verdad absoluta es crucial para confirmar una visión de país. Es una narración que busca legitimar sus decisiones y sus políticas. Pintar a los personajes históricos como buenos o malos confirma que en el presente esa tendencia continúa y por consiguiente, quienes hoy ostentan el poder, forman parte de los héroes que lograron, por una especie de iluminación patriótica, construir este país. Es ver a los personajes históricos con los lentes del presente.
Repetimos la historia porque no conocemos el pasado, reza el dicho popular. Pero incluiría una acotación. Reproducimos la historia porque contamos los mismos relatos, las narraciones que no muestran los errores de los héroes ni los éxitos de los perdedores. Esa forma de ver la historia nubla nuestra visión del presente, creyendo que así como antes, hoy unos se guían por valores y otros por ambiciones. Cosa más errónea. Los mexicanos de antes no son muy diferentes a los de hoy y sus decisiones también se guiaron por dudas, convicciones, miedos, intereses e inteligencia. Desde mi perspectiva, esta sería una mejor forma de contar quienes somos.
Postdata: En el evento, el presidente reconoció la importancia de Iturbide en el proceso de independencia, no obstante, reafirma la historia oficial: Iturbide era un conservador sin espíritu republicano y democrático y por tanto, se pone en el cajón de los malvados de la historia. Conservadores es un término en común para designar ya sea a Iturbide o a los adversarios actuales del presidente. Por José Luis Villalpando Ortega by #AIGCc
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