Del suceso doloroso al proceso virtuoso. | Quien piense que tomar las riendas de su existencia es algo sencillo y que no necesita más que su propio plan, está equivocado. Para darle dirección a nuestros pasos es necesario aprender a vivir y este aprendizaje nos lleva por caminos intrincados, mares embravecidos, desiertos desoladores, selvas misteriosas, valles nevados y, por supuesto, montañas de serenidad y playas placenteras.
A lo largo de nuestra existencia tomamos decisiones y acciones que esculpen lo que somos y trazan el camino que habremos de seguir. Cualquier sendero que elijamos tendrá sus desafíos, así que es necesario tener una convicción clara del por qué elegimos andarlo.
Constantemente nos encontramos ante diversas disyuntivas: estudiar o no hacerlo; si lo hacemos ¿Qué estudiaremos? ¿A qué nos dedicaremos? ¿De qué viviremos? Con respecto a la soltería o el matrimonio ¿Qué estado es mejor? Si tomamos la opción del matrimonio, entonces deberemos tomar en cuenta de que se trata de una relación en constante cambio y nuestra capacidad de adaptación será indispensable, sin crear expectativas falsas lo que nuestro conyugue estaría dispuesto a dar o a hacer por nosotros. Lo mismo ocurre con los hijos, los negocios, la fe que se profesa y los amigos que elegimos.
Una vez que tomamos nuestra decisión y llevamos las acciones correspondientes, nos adentramos en un peregrinar de transformación, porque día a día vamos encarando las consecuencias de los que decidimos. Lograr nuestros objetivos tiene un precio que debemos pagar: si queremos libertad entonces tendremos que asumir que en algunos aspectos no tendremos seguridad, pero, si elegimos seguridad, tendremos que sacrificar nuestra libertad en ciertos rubros, como lo es tener un trabajo en el que nos paguen por quincena o ser un profesional independiente.
En ambas opciones hay días difíciles que nos quebrantan para poder reinventarnos y estar más capacitados para obtener mejores resultados en el campo de acción que abrazamos. Habrá tempestades violentas que nos lleven a escenarios en los que estemos vulnerables, pero una vez que aprendemos a calmarlas, entramos a mares de paz y podemos iniciar de nuevo nuestra travesía con mayor destreza.
Aprendemos que la vida es cíclica y somos evaluados una y otra vez en nuestras flaquezas y debilidades, hasta que aprendamos a compensarlas, mientras que nuestras fortalezas son pulidas y optimizadas, por lo que ya no nos sorprende los embates que nos derriban y nos desafían a volver a ponernos en pie, hasta que somos capaces de mantener el equilibrio en medio de la vorágine de sucesos que ocurren en nuestro entorno sin engancharnos en ellos, pero sí aprovechando su energía y su poder. Nos volvemos doctos en vivir.
Un suceso doloroso ocurre para que nos conozcamos en circunstancias adversas y descubramos recursos y habilidades que no conocíamos de nosotros. Así aprendemos a convertir los errores en conocimiento y creamos un proceso virtuoso que nos permite evolucionar en las personas que seremos al final de nuestro camino. Cada paso cuenta para ir al destino que nos hemos propuestos. La recompensa no solo es llegar a donde deseamos, sino en quiénes nos convertimos. Por Selene Borges Hansen By #AIGCc
Commenti