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#Columna #Perspectiva por Guillermo S. García | El balance perfecto.

Actualizado: 14 oct 2021



El balance perfecto | La primera vez que escuché la palabra “retrato”, fue hace muchos años. Recuerdo que fue en una feria. El artista dibujaba a una pareja de novios tomados de la mano, quienes inmóviles permanecían sentados en una banquita, se miraban de reojo y se aguantaban la carcajada.

Algunos curiosos, como nosotros, se quedaban a mirar por algunos segundos y otros más, empujados por la turba continuaban su recorrido por los puestos de artesanías.


No pude evitar echar vistazo a los modelos y al papel apoyado sobre un caballete improvisado de triplay, para ver si efectivamente se parecían o no. Y pues sí, tenían dos ojos, dos óvalos que parecían orejas y la estructura facial ya estaba hecha, pero algo no me cuadraba por completo.


Aquel hombre de aspecto desaliñado, desplazaba su brazo a lo largo del papel. Una línea por aquí, otra por allá, de repente una mancha y con el canto de la mano como que la intentaba borrar. Otra vez líneas, cortas, largas, suaves y fuertes. El lápiz danzaba libremente a lo largo de la hoja y a los pocos minutos, ¡Aquellos novios se acababan de convertir en dibujo! Eran idénticos.


Con la llegada del hiperrealismo, el público quedó impactado. Los artistas llevaron su talento al punto máximo que prácticamente se volvieron impresoras o cámaras fotográficas que plasmaban hasta el último detalle en un papel. La muchedumbre asombrada cuchicheaba entre ellos tratando de hallar explicación de lo que veían.


Sin duda era una revolución. Y de tal magnitud, que muchos artistas se vieron tentados a desarrollarlo y aplicarlo a su estilo. No todos pudieron.

El hiperrealismo se volvió entonces, un paso obligado para todo aquel que quisiera obtener renombre.


Pero pronto esa euforia mermó.


“Para hacer un retrato idéntico, mejor tomo una foto, lo que hacen es copiar, no crean, solo copian, etcétera”. El proceso de un retrato, como lo había comentado días atrás, es un proceso muy delicado, que, aunque parece ser ejercido de manera espontánea, cada trazo esta analizado, planeado y muchas veces previamente practicado por medio de un boceto.


Un boceto o dibujo que reúna las características que diferencian a una persona de otra, es suficiente para ser catalogado como retrato y, por ende, un trabajo bien logrado. Depende de cada artista, la cantidad de detalles o el manejo de la técnica que utilice para representar a esa persona.


Para mí, y para algunos colegas que hemos experimentado diferentes vertientes, el balance perfecto está en los escalones postreros al hiperrealismo. Justo en ese punto donde un retrato no es un dibujo, pero tampoco una fotografía.

Un retrato que sigue teniendo ese toque artístico. Que inspira, que incita a la observación, al deleite y la contemplación.


El hiperrealismo, desde mi punto de vista, no es malo, de hecho, creo que muy pocos tienen esa habilidad de lograrlo y de allí que surja la disputa entre quienes lo hacen y quienes no. Pero como todo en la vida, debe haber un balance. | Por Guillermo S. García by #AIGCcTlx

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