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CUANDO TE FUISTE | En #NochedeCuentos por Guillermo S. García by #AIGCcTlx



AIGCcTlx | #NochedeCuentos CUANDO TE FUISTE... Lunes 17 de agosto, 1964. Es un día nublado. Mamá te pregunta cómo te fue en tu primer día de escuela. Respondes que no quisieras volver nunca. Ya casi son las seis. Si corres con suerte terminarás la tarea con lo que queda de luz natural, de lo contrario deberás usar una vela, pues la electricidad falla en las noches desde hace tres meses.


Hay un perfume en la habitación. Un rastro amargo y dulce en el ambiente. Parece almizcle y flores de azahar. El aroma rasga tus fosas nasales, invade tu frente y termina en tu nuca. Una extraña sensación te invade. El pecho se te contrae. Te consume un sentimiento que no sabes descifrar. Sabes que algo va a ocurrir. Las sombras de los muebles bailan al ritmo parpadeante de una vela.


Algo no marcha bien. Mamá luce exhausta y la has visto llorar un par de veces. No sonríe. Tiene la mirada perdida, aprieta los botones de su suéter y se encoje en hombros al caminar. Durante la cena le dijo a papá que siente que va a morir. Esa frase te ha destrozado. Mamá no debe morir, susurras para ti mismo.


Es de madrugada, hay una discusión. Ella implora. Se escuchan golpes y objetos que impactan violentos contra la pared de tu habitación. Te levantas, enciendes la luz, el reloj marca las 3:15 am. Los rugidos aumentan y cubres con las manos tus oídos. Ese aroma está por todos lados, quizá la botella del perfume de mamá se ha roto.


Parece interminable.

Transcurren varios minutos.


Todo ha quedado mudo, como cuando el motor del refrigerador descansa.

Sólo se escucha tu respiración irregular entre todo ese silencio fúnebre. Te arrastras sigilosamente hasta alcanzar la perilla. Nadie en el pasillo. La puerta abierta deja escapar el resplandor de la habitación donde fue la batalla.


Al llegar al umbral observas, en primer plano, los zapatos de mamá; le siguen pedazos de espejo, frascos de perfume y un portarretrato. Todo despedazado. Ella está del otro lado de la cama, de espaldas a ti, sentada en el piso. Parece que le cuesta respirar. Se lamenta. Temblorosa acomoda su cabello enmarañado.

Despunta el día. Te sientes cansado. Nadie habla. Hacen que todo alrededor parezca normal. Ella prepara tu desayuno y él te acompaña a la escuela. Las letras no entran. Sientes angustia. No hablas con nadie.


Hoy te han dejado arrancar una hoja del calendario. En la hoja nueva está marcado el veintidós del noveno mes. Tu cumpleaños número seis. Los invitados comen y beben. Ríen y hacen bromas al calor del mezcal. Después de despedirlos te mandan a dormir. Son casi las 9 pm y el día siguiente es sábado. Perfecto para probarte los regalos que te dieron.


Un estallido interrumpe tu sueño. Otra vez los gritos de papá y mamá. Parece que es la mesa la que arrastran por el piso. Algo se estrella contra la ventana y pedazos de cristal rebotan por un instante. Intentas descifrar qué ocurre sin levantarte de la cama. Los platos han caído también. Es una batalla que dura por tiempo indefinido. Los dos se quejan adoloridos y parecen forcejear. Después de varios minutos paran. Levantas las cobijas y tu cama está empapada. Descalzo llegas hasta la cocina. No hay nadie. Pareciera que un remolino tiró todo por allí.


Algo te dice que mamá está enterrada en algún lugar de la casa. Que papá la mató. Sientes su presencia, incluso alcanzas a escuchar un susurro que te pide auxilio. Sospechas que la mujer que prepara el desayuno es cómplice de papá. Tiene el pelo acomodado de otra forma. Se parece a mamá, pero actúa diferente.


Escoges algunos libros y esa mujer se te acerca para darte un abrazo. Notas que también huele distinto. Mamá no era así contigo, ella nunca da abrazos, piensas mientras retrocedes. Luego te intenta acomodar el cabello y la esquivas violento. Te observan. Te preguntan ¿qué ocurre? Sólo sigues organizando cosas en tu mochila.


Han pasado algunos días. Escribes una carta y la enrollas. En ella le dices lo arrepentido que estás por no haberla salvado. De rodillas susurras algo mientras la aprietas contra tu pecho. La sepultas y la cubres con tierra y hojas. Te dices a ti mismo que cavarás por toda la casa hasta encontrarla.


El síndrome de CAPGRAS (1) O Ilusión de Socias es un trastorno neuropsiquiátrico que afecta a la capacidad de identificación del paciente. Este cree que una persona, generalmente un familiar, es reemplazado por un impostor idéntico a esa persona (en algunos casos, incluso con mascotas)


(1) Manzano, J.M.; Muñoz, J.J. (2011).<El delirio de Capgras: Una revisión> Psiquiatría.com. ISSN 1137-3148


En cada párrafo mi carga se reduce. En cada texto viajo al pasado y me susurro al oído que todo estará bien. Me miro con los ojos llorosos, muerto de miedo, parado en el marco de la puerta viendo el atardecer. Acaricio mi mejilla cuarteada por un riachuelo moribundo de lágrimas y me pido perdón por lo que tendré que pasar.

Guillermo Sánchez García


***Periodista, Escritor, Músico y Dibujante Tlaxcalteca. Es autor del *Manual de música Acetato Orquestas Vol. 1, 2, 3,4 y 5 (Editorial independiente 2012-2019) Actualmente: *Colaborador de la Revista Literaria Karari, *Columnista en Agencia Informativa GraphosCc Tlx y Director de la Academia de Música, Acetato Orquestas Tlaxcala. Facebook: @Guillermo S. García/ @memoart /@Acetato Orquestas | En #NochedeCuentos por Guillermo S. García by #AgenciaInformativaGraphosCcTlxMemoArt

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