#GraphosCc #Noticias #Columna #IdeariodePalabras | Mascaradas políticas, los esfuerzos de los actores políticos por ser creíbles.• Desde que los mexicanos apostamos por la alternancia política para encontrar soluciones reales a problemas añejos, el escenario político se plagó de personajes que buscaron ser convincentes a través de sus parafernalias.
La victoria fue para el Partido Acción Nacional: Fox ganó en aquellos comicios y algunos lo atribuyen a que la imagen que proyectó fue más relajada, su lenguaje mucho más coloquial -aunque siempre tuvo severos problemas para expresar con exactitud sus ideas, por lo que a después de cada declaración que el entonces presidente hacía, debíamos esperar las aclaraciones pertinentes de Rubén Aguilar, su vocero-, lo cierto es que había grandes expectativas acerca de su gestión.
Al término de la gestión de Fox-Sahagún, surgieron inquietudes e inconformidades, pues se evidenciaban algunas prácticas corruptas, vicios del poder a los que la gestión panista no pudo resistirse. A pesar de todo, repitieron, esta vez con Felipe Calderón. Su llegada fue controversial, pues el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador, aseguró que los resultados fueron producto de la corrupción y del fraude. Y a lo largo de 18 años, se mantuvo en campaña para persuadir a los mexicanos de ser parte del pueblo que padece los atropellos de los grupos de poder. El sexenio de Calderón fue señalado por la cantidad de muertos que surgieron tras el enfrentamiento de cárteles por el dominio de las plazas clandestinas del mercado negro mexicano, aunque sus políticas públicas en materia económica permitieron dejar las arcas con recursos para quien tomara la administración del país en el siguiente sexenio.
Enrique Peña Nieto fue el sucesor, dándole de nuevo la estafeta al Partido Revolucionario Institucional, que prometió ser una mejor versión del PRI que gobernara durante 70 años y que cimentó y normalizó la corrupción como parte de la dinámica social. En esta ocasión lo que ofrecieron fue una novela romántica protagonizada por Angélica Rivera, que era la imagen de la campaña política de Peña, y terminó como Primera Dama, aunque también fue todo un drama, no solo para la pareja que vivía en una simulación, sino también para los mexicanos, pues a pesar de las promesas, las malas prácticas fueron evidentes, resonando el escándalo de la Casa Blanca de Rivera, la venta de fuentes energéticas a empresas extranjeras, hasta la Estafa Maestra, operada por varias universidades y funcionarios de alto nivel, encabezados por Rosario Robles. Nuevamente este rancio régimen fue desplazado, pero esta vez por el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, encabezado por AMLO que prometía hacer una nueva historia a través de la 4T, la Cuarta Transformación, que implicó la destitución de las instituciones públicas que funcionaron para 80 años para crear la propias de este nuevo régimen, bajo el argumento de acabar con la corrupción y el alto costo que el pueblo paga por ella.
A lo largo de casi dos décadas se hicieron tantas promesas, se dibujaron tantos escenarios que prometían dignificar a la ciudadanía, priorizando a la educación, la cultura, la salud, el trabajo y la seguridad pública. Sin embargo, AMLO tenía otros datos y los resultados distan mucho de lo que prometió. Enfrentó un gran desafío con la pandemia del SARS-COVID 19, pues el Sistema de Salud colapsó y se atribuyó al desastre que dejaron las administraciones pasadas. Entonces priorizó los subsidios para “beneficiar” a los más necesitados, haciendo de la pobreza una virtud, pues satanizó -y sataniza- a quienes aspiran a una superación económica y social. Estableció y aún promueve una división social entre “Fifís” y “Chairos”, entre “liberales” y “conservadores”. La inseguridad se agudizó y la educación no fue tan esencial; los esfuerzos se enfocaron en redistribuir el presupuesto para asignarlo los programas asistenciales, dejando sin recursos a rubros vitales como la salud, a fin de garantizar un clientelismo político que le permita a MORENA permanecer en el poder.
Ahora, lo políticamente correcto es “ser pueblo” o al menos parecerlo. Los personajes políticos que aspiran a tomar las riendas de México visten ropa típica, hablan de una manera muy coloquial y participan en actividades banales que puedan subir a las redes sociales para hacerse virales.
Mientras tanto, la ciudadanía no tiene verdaderas opciones que le representen en los partidos políticos. Por ello, la única salida que podría tener es asumir la responsabilidad de involucrarse con la vida política de México, promover la participación ciudadana para exigir el cumplimiento de los compromisos adquiridos y la rendición de cuentas. Para decir qué necesita y cómo quiere ser gobernada y por quién. Tenemos que dejar de contemplar disfraces y simulaciones, para exigir realidades, no solo en campaña, sino especialmente cuando el ganador tome el poder y deba escuchar la voluntad de pueblo.
Dejemos de ser espectadores, convirtámonos en protagonistas. Por Selene Borges Hansen by #AgenciaInformativaGraphosCc Agencia Informativa GraphosCc Tlx @seguidores
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