top of page

#GraphosCc #Tlx #Municipios #Yauhquemehcan | CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN - Trágica muerte de una pequeña en Santa Úrsula. David Chamorro Zarco Cronista Municipal

Foto del escritor: GraphosCcTlxGraphosCcTlx

CRÓNICAS DE YAUHQUEMEHCAN - Trágica muerte de una pequeña en Santa Úrsula. David Chamorro Zarco Cronista Municipal

(Foto ilustrativa}


Uno de los temas más recurrentes en las últimas semanas ha sido el del tiempo frío que se ha sentido en esta región. Naturalmente, estamos en invierno, y debiera ser de lo más normal, pero el caso es que, casi siempre inconformes con el estado del clima, nos solemos quejar de las gélidas condiciones.

​No tengo a la mano la probanza científica del comportamiento de la temperatura de las décadas anteriores, pero sólo como mera referencia, cuentan las personas adultas mayores, especialmente quienes ya superan los ochenta años de edad, que el invierno era especialmente cruel cuando ellos fueron niños.


​Se cuenta, por ejemplo, que las condiciones materiales de las casas que existían hace setenta años en las comunidades de nuestro Municipio eran generalmente de materiales pobres, con piso de tierra solo compactado, con paredes de adobe, regularmente con una sola puerta y escasamente se encontraban ventanas en las habitaciones, en tanto que la cubierta o techo, en el mejor de los casos era de teja, aunque la mayoría de las ocasiones eran de tejamanil; naturalmente no existía un cuarto de baño, como sucede en las casas actuales y los dormitorios hacían a la vez de cocina.


​La gran mayoría de población dormía sobre esteras o petates, y se cubrían con cobijas que no siempre eran suficientes para paliar el frío tan intenso. Desde luego, eran muy pocas las personas que llegaban a poseer abrigos o ropa especial para invierno y ni qué decir del calzado especializado como botas forradas. Al que bien le iba, tenía zapatos comunes y de no ser así, simples huaraches y en el peor de los escenarios, andaban descalzos.


​Existen testimonios muy crudos acerca de que la población de nuestras localidades de la década de 1950, acudía desde muy temprano a las instalaciones de los molinos ubicados en la cabecera municipal y para ello debían llegar al menos desde las tres o las cuatro de la mañana. Es verdaderamente cruel sólo imaginar a un niño de diez o doce años, caminando descalzo en las frías madrugadas del mes de enero, prácticamente rompiendo el hielo con sus pies desnudos.


​Para las nuevas generaciones es difícil imaginar la precariedad con la que vivieron los abuelos y bisabuelos. Otra cuestión de gran interés es que, si bien la gran mayoría de las familias de esa época tenían diez hijos o más, la realidad era que no todos podían sobrevivir a causa de diversos factores, como la ya citada falta de recursos económicos suficientes, el escaso o nulo acceso a servicios de salud y naturalmente la falta de alimentación en cantidades óptimas.


​Muchos niños morían antes de llegar a los cinco años de edad. De hecho, una costumbre que nos ha quedado de las décadas que estamos describiendo es la realización de las Misas de Presentación, cuando las niñas y los niños cumplen tres o cinco años. Esta festividad no es ningún sacramento y, no obstante, está muy arraigada entre diversas familias. Su origen es que se consideraba que cuando un pequeño llegaba a esa edad, se podía decir que había salvado la existencia, por lo que se agradecía a la divinidad.


​En el invierno de 1834 el Ayuntamiento de San Dionisio Yauhquemehcan fue notificado el penoso fallecimiento de una niña, de una bebé, de apenas tres meses de edad y se solicitó acudir a la localidad de Santa Úrsula Zimatepec, a efecto de hacer las diligencias e investigaciones correspondientes.

​Al efectuarse el procedimiento judicial

correspondiente, comparecieron ante el Alcalde Mayor del Ayuntamiento, los señores José Anastasio y María de la Luz, padres de la pequeña, quien en vida llevó el nombre de María de la Trinidad Párvula.

​Los vecinos de Santa Úrsula se acercaron a la autoridad para decir que la niña no estaba enferma y que hasta se podía sospechar que el padre la había matado. No obstante, tanto el Regidor de la localidad como el Síndico del Ayuntamiento, Fernando Paredes y Joaquín Sánchez, respectivamente, declararon que a ellos les constaba que la niña sí había estado enferma en los últimos días y que, ante la falta de atención médica y la escasez de alimentos, su estado de salud empeoraba cada día.


​Al final de la diligencia, las autoridades llegan a la conclusión de que el lamentable fallecimiento de la niña se debió esencialmente a la falta de recursos económicos con que contaban sus padres y a la mala alimentación que se le daba, además de los fuertes fríos que había tenido que soportar, cerrándose la causa, gestionando ante la autoridad eclesiástica la debida y cristiana sepultura para la pequeña.


​Estos documentos obran en el acervo del Archivo Municipal de Yauhquemehcan y son elementos de prueba histórica del acontecimiento. Pero lo más importante es lo que subyace detrás de la narración de este hecho, es decir, la realidad inocultable de que, para la gran mayoría de la población de esa primera mitad del siglo XIX, la constante era la pobreza extrema, sin apenas tener lo necesario para sobrevivir.


​No es nada difícil imaginar que no sólo en la década de 1830 se vivían estas condiciones en los pueblos de Yauhquemehcan, sino también mucho antes y mucho después. La realidad es que casi nunca nos detenemos a valorar lo que nosotros poseemos. Aunque tenemos un modo modesto de vida, poseemos, casi todos, la enorme ventaja de contar con casas mucho mejor construidas, de acceder a alimentación suficiente, de tener a disposición servicios de salud y de educación; que poseemos la ventaja enorme de la electricidad y al agua potable, sin dejar de lado todos los otros servicios y ventajas que ha traído la urbanización de las comunidades.

​La Organización de las Naciones Unidas ha contabilizado que, en las últimas cuatro décadas a nivel mundial, se ha reducido en un 40% la mortalidad de niños menores de cinco años.


​A veces pasamos muy rápido por nuestra existencia y no tenemos en cuenta que las condiciones que vivimos en la actualidad son muy diferentes a las que tuvieron que enfrentar nuestros antepasados inmediatos. Hay, ciertamente, opiniones de que hoy se come más, pero de peor calidad, que tenemos muchas enfermedades que antes no existían y otras muchas cosas y argumentos. Sin embargo, bueno es que nos detengamos unos instantes a considerar nuestra vida, nuestros recursos —por modestos que sean—, y los pongamos al lado de las generaciones anteriores.


​Desde luego, este comentario no es para generar y promover la visión conformista de la vida, sino sólo para hacer una justipreciación de los diferentes momentos históricos que han vivido nuestras localidades en Yauhquemehcan, y nos imaginemos, por unos instantes, todas sus dificultades y limitaciones, de suerte que valoremos más a las generaciones precedentes y también aprovechemos mejor lo que hoy nosotros poseemos.


¡Caminemos Juntos!


Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page