Maderistas en Tlaxco, Tlaxcala. Una toma anunciada | Introducción...La Revolución mexicana ha sido objeto de numerosas investigaciones que constantemente ponen en tela de juicio las certezas que se tenían sobre el tema; en Tlaxcala existieron en este periodo grupos que operaban de manera independiente de grupo de Tepehitec y Contla, que se deben tomar en cuenta para el análisis del movimiento revolucionario en su fase maderista, en el Archivo Histórico de la Casa de la Cultura Jurídica “Miguel Guridi y Alcocer”, se localiza un expediente que trata sobre la incursión de los maderistas en la población de Tlaxco, Tlax, en los días 28 de febrero, 2 y 3 de marzo de 1911, objeto del presente artículo.
Gabriel M Hernández fue originario de Barrio Grande de la población de San Agustín Tlaxco y poco se conoce de su trayectoria como revolucionario; el único texto que presenta una semblanza biográfica es la investigación de Cándido Portillo Cirio,[1] que citamos y nos basamos en ella en cuanto a biografía y retomamos los hechos ocurridos en Tlaxco en base al expediente de archivo, que es una fuente primaria.
Los hermanos Hernández
Gabriel M. Hernández nació el 12 de marzo de 1882[2] en el hogar formado por Pedro Hernández y Soledad Márquez, sus hermanos fueron: María de la Luz, Beatriz, Florentino Eduardo, Esteban, Gumersindo, Donato, Macario y Leopoldo Hernández Márquez. Su padre trabajó como peón en las haciendas de Payuca, Metla y Xalostoc, aledañas a Tlaxco, estudio su instrucción primaria en la escuela de pueblo y en la adolescencia ayudó a su familia en los trabajos agrícolas, al cumplir 20 años abandonó su poblado natal.
De acuerdo a la investigación de Cándido Cirio Portillo, los hermanos Hernández emigraron a diversos estados en búsqueda de una mejor vida, Eduardo se dirigió a Veracruz donde trabajó como arriero, Donato, Gumersido y Macario se trasladaron a Puebla y Gabriel se estableció en la ciudad de México; al principio trabajó como ayudante de albañil y posteriormente instaló una tienda de materiales de la construcción, para 1910 era comerciante y contratista; es en este periodo cuando se afilia al club opositor presidido por el ingeniero Camilo Arriaga y la profesora Dolores Jiménez; en este grupo circulaba el periódico Regeneración editado por los hermanos Flores Magón y otros de oposición como El panadero, La Guacamaya, El Colmillo, el Hijo del Ahuizote y El País.
En abril de 1909, participó en la fundación del Partido Centro Nacional Antireelecionista que editaba el periódico México Nuevo y según datos del biógrafo, Gabriel M Hernández se entrevistó con Madero, con quien estableció vínculos de amistad, asistió también en 1910 a la convención del Tivole del Eliseo donde el Partido Nacional Democrático y el Nacional Antireelecionista postularon como candidatos a la presidencia y vicepresidencia a Francisco I Madero y al Dr. Francisco Vázquez Gómez; después de estos hechos Cándido Portillo menciona que a raíz de la promulgación del Plan de San Luis, Madero nombra a Francisco Urquidi y a Gabriel M. Hernández como Jefes de la Revolución en Tlaxcala; Hernández recibió instrucciones del Apóstol de la Democracia en San Antonio Texas para incursionar en la región de la Sierra Norte de Puebla y Tlaxcala.
Gabriel M Hernández era un jefe independiente de otros revolucionarios tlaxcaltecas, esto en gran medida porque sus actividades políticas se concentraban en la ciudad de México con el ingeniero Camilo Arriaga y la profesora Dolores Jiménez y Muro. Su primera actividad como revolucionario fue la toma de Tlaxco el 28 de febrero, después se refugió en la Sierra de Puebla y realizó diversas incursiones en las comunidades de la región, derrotando a los federales comandados por el coronel Francisco Coss en Ixtlahuatla, posteriormente, en este mismo sitio sería derrotado por los federales.
Poco después, se dirigió a México para abastecerse de armas y regresó a la sierra para enfrentar a las tropas del coronel Aureliano Blanquet, extendió su ámbito de acción a las poblaciones de Huejutla, Mextitlán y Molongo en Hidalgo, también incursionó en las poblaciones ubicadas en los límites de Veracruz para más tarde concentrarse en territorio hidalguense.
Gabriel M Hernández junto con otros maderistas suscriben el Plan Político Social el 18 de marzo de 1911,[3] en este documento del cual el biógrafo no menciona la fuente, fue publicado por Gildardo Magaña[4] se desconocía la reelección Porfirio Díaz y al ejército mexicano, además se aceptaban como presidente de la república a Francisco I Madero y proclamaba como ley suprema la Constitución de 1857 con el lema “el voto libre y la no reelección”, quienes firmaban el plan pugnaban por una reforma a la ley de imprenta y establecían que reorganizarían las municipalidades suprimidas, con respecto a la educación esta debía ser obligatoria “queda obligada la centralización de la enseñanza, estableciendo en su lugar la federación de la misma”.[5]
En el plan se estipuló la protección y dignificación de los indígenas; con respecto al reparto agrario señalaba que las tierras usurpadas por los hacendados regresarían a sus legítimos dueños, el salario seria incrementado y se fijaba que la jornada de trabajo seria de ocho horas, también se estableció que las empresas extranjeras deberían contar en su planta laboral con la mitad de trabajadores mexicanos, y estos tendrían derecho a los sueldos y prerrogativas que se le daban a los extranjeros.
Con respecto a la tenencia de la tierra, el texto señalaba que se realizaría un estudio para revisar el valor de las fincas urbanas y evitar que los sectores menos favorecidos, pagaran impuestos elevados, “relativamente al capital que estas fincas representan, a reserva de realizar trabajos posteriores para la construcción de habitaciones higiénicas y cómodas”, también establecía que los hacendados estarían obligados a donar las tierras que no cultivaran a quienes las solicitara, con el derecho al rédito de seis por ciento anual y finalmente decretaba la abolición de los monopolios.
El documento quedó bajo custodia de la señorita Dolores Jiménez y Muro y se planeaba repartirlo entre la población, pero dice Cándido Portillo Cirio: “La misma señorita Jiménez Muro sugirió la conveniencia de no hacer figurar los nombres en dicho documento mientras, algunas de las firmas permanecieron en la metrópolis y así se hizo”. La principal área de acción de Gabriel M Hernández después de la incursión en Tlaxco fue el territorio hidalguense, su acción más destacada fue la toma de la ciudad de Tulancingo los días 14 y 15 de mayo de 1911, en esta batalla los federales perdieron a más de 300 soldados y después se apoderó de Pachuca, ciudad que fue saqueada por bandoleros el 16 de mayo de 1911.
Con el triunfo de la revolución maderista, Gabriel Hernández y sus tropas acudieron a la Ciudad de México para recibir al Apóstol de la Democracia, fue uno de los militares que lo escoltaron desde la estación del ferrocarril hasta Palacio Nacional. En octubre de 1911, Madero confió al general Hernández la jefatura militar de la huasteca poblana y del territorio de Hidalgo, posteriormente, en 1912 fue nombrado comandante del cuerpo de rurales de la federación y comisionado para que operara militarmente en Oaxaca, Yucatán y Chiapas.
Otro documento que suscribió M Hernández, es un acuerdo que firmaron los principales jefes del Ejército Libertador donde exigían al presidente Madero cumplir con el Plan de San Luis, este manuscrito fechado el 11 de julio de 1911[6] estaba dirigido al presidente León de la Barra. Gabriel Hernández también firmó otro documento que tuvo como destinatario al doctor Francisco Vázquez Gómez con fecha 17 de julio de 1911 con la misma finalidad que el anterior.
De acuerdo al texto de Cándido Cirio Portillo, en el grupo conformado por el ingeniero Camilo Arriaga y Dolores Jiménez se presentaron conflictos cuando Madero relegó a Vázquez Gómez y propuso a Pino Suarez como candidato para ocupar la vicepresidencia; Gabriel Hernández apoyó la postura de Madero, en cambio el ingeniero y la profesora desconocen al Apóstol de la Democracia como jefe de la revolución. Durante el mandato de Francisco I Madero, Gabriel M Hernández fue enviado al estado de Morelos a combatir a los zapatistas y el 7 de septiembre de 1911, según el autor de la biografía, derrotó a Zapata en Jojutla, posteriormente, es enviado a Oaxaca para apaciguar la revuelta en Juchitán, encabezada por José F Gómez alias el Che Gómez.
Una vez que apaciguo la rebelión, fue comisionado a Yucatán, estado a donde llego el 19 de diciembre de 1911 con la misión de arrestar al rebelde Eudicio Eroza, el coronel pacificó la región y fue enviado a otras misiones en Guanajuato, México y Distrito Federal. Durante los sucesos de la Decena Trágica, Hernández se encontraba en Guanajuato y fue llamado por el general Victoriano Huerta, quien le ordenó que tomara el cuartel de la Ciudadela; en este hecho resultó herido y después del asesinato de Madero el 27 de febrero, Gabriel junto con sus hermanos Eduardo y Gumersindo fueron recluidos en la cárcel de Belén con el pretexto de haber asesinado a varios personas en el estado de Puebla. Sus hermanos, Gumersindo escapó a Morelos donde se enlistó con Zapata, Macario se unió con Venustiano Carranza, Donato y Leopoldo fueron detenidos y trasladados al puerto de Veracruz, de ahí los trasladarían a Valle Nacional, pero fueron arrojados al mar. Eduardo fue trasferido a Puebla donde permaneció varios meses y al ser conducido a Huachinango fue asesinado.
En cambio, Gabriel M Hernández fue fusilado por orden del ingeniero Enrique Zepeda gobernador del D.F, quien en estado de ebriedad dicto su ejecución y después mando incinerar su cadáver, esto ocurrió el 27 de marzo de 1913 a las tres de la mañana.
La toma de Tlaxco
En 1910 el gobernador Próspero Cahuantzi contaba con el apoyo de diversos grupos sociales para obtener información sobre los movimientos y acciones de los grupos armados que surgieron en el Estado; el prefecto político de Tlaxco, Antonio Moredia, recibió un anónimo en el mes de enero de 1911 donde le informaban de las actividades subversivas de algunos vecinos.[7]
A pesar de la advertencia, el prefecto no informó al gobernador sobre el anónimo, ni realizó investigación alguna, no obstante, para el 24 de febrero Próspero Cahuantzi tenía noticias sobre la posibilidad de que los revolucionarios atacaran Tlaxco, por ese motivo, exhortó al prefecto político a que redoblara la vigilancia; Antonio Moredia realizó dos juntas con los habitantes de la villa quienes “siempre manifestaron estar dispuestos a la defensa si se les facilitara armas y municiones”.
La seguridad de la comunidad estaba a cargo del Destacamento de Rurales bajo el mando del cabo segundo Antonio J Falcón, encargado de nombrar a los individuos que cada noche integrarían el cuerpo de la Guardia Nacional para realizar las rondas nocturnas, finalmente también estaba el Cuartel de Infantería que vigilaba la cárcel; era costumbre que se entregará o se cambiará la guardia todos los días a las seis de la mañana.
Por indicaciones del gobernador el prefecto político ordeno al señor Falcón que ejerciera un vigilancia constante en la comunidad, pero este “le replicó que sólo podía poner de ronda cinco individuos porque poniendo más debilitaba la custodia de la cárcel”. Las relaciones entre el prefecto político y el encargado del destacamento de los Rurales no eran cordiales, ya que este último siempre ponía objeciones a las órdenes de Antonio Moredia.
El martes 28 de febrero, la Guardia Nacional estaba integrada por Urbano Munive, Ignacio González, Primo Bonilla, Ramón Pantoja, Julio Hernández y en la cárcel se encontraban el sargento primero Florentino Larios, Antonio Márquez, Arnulfo Rivera, Antonio León, Felipe Sánchez, Atenogenes Pérez, Mariano Montiel, José de León Cervantes, Manuel Rocha y Jovito Rocha.
A las ocho de la noche la ronda realizaba su recorrido habitual, cuando 12 hombres encabezados por Gabriel y Eduardo Hernández con sombreros, el rostro cubierto con un pañuelo y con carabinas Winchester palancas con dos cananas cada uno, interrumpieron en la villa, en su trayecto los insurrectos encontraron en la plazuela Rodríguez Bocardo a Miguel Rodríguez, quien se detuvo en la pulquería llamada La Lidia para dejar un garrafón.
Los rebeldes indicaron que los acompañara por las buenas o por las malas, pero como se resistía lo amenazaron de muerte. Miguel acató la orden y se dirigieron por una calle que conducía a la casa de Andrés Pérez, ahí tomaron prisioneros a dos individuos, posteriormente, la comparsa se dividió en dos; el primer grupo partió rumbo al puente Picazo y el segundo con el que iba Miguel Rodríguez, se encaminó al puente ubicado cerca de la casa de Marciano Islas; a las once y media de la noche el segundo contingente fue a la plaza principal, al llegar a la esquina se encontraron a la Guardia Nacional, capitaneada por Urbano Munive,[8] y al verlos exigieron que entregaran las armas, como se opusieron, los rebeldes los desarmaron pero se les disparó accidentalmente una carabina, entonces, Miguel Rodríguez aprovechó la confusión para escapar y fue herido de un pie por el tiro que le dieron; los rebeldes encañonaron a los guardias y Urbano Munive expresó que no lo mataran, los revolucionarios contestaron que: “no venían a derramar sangre y que si quería acompañarlos, que le daban doce reales diarios”, como se negó lo tomaron como rehén.
El grupo que desarmó a la Guardia Nacional se dirigió a casa de Antonio Moredia, al llegar, tocaron la puerta y despertaron a Dolores Alarcón de Moredia, esposa del prefecto, a su hijo Benjamín y a la criada Mercedes Portilla; el joven preguntó quién tocaba, a lo que respondieron “dígale al Prefecto que queremos una orden para que se nos entreguen las armas y que nada le va a pasar a él”. Benjamín despertó a su padre, quien se negó a dar la orden, entonces la señora Dolores abrió una ventana e inmediatamente fue amagada con una pistola, llamó a su criada quien “se fijó luego que eran los maderistas”, al preguntar que pretendían Gabriel Hernández indicó que exigían una orden del prefecto para que les entregaran las armas del cuartel.
El prefecto se negó y los rebeldes los amenazaron, señalaron que traían dinamita, que volarían la casa, romperían las puertas y correría mucha sangre; si entregaban las armas ofrecían no tocarlos. Benjamín pidió a su padre la orden y Gabriel Hernández expresó: “que se acordaran de los prefectos que se habían llevado al monte, que habían perecido, así como la guardia que se habían llevado de aquí, que todos eran muertos, que agradecieran que era un hombre honrado y les perdonaba la vida”.
Dada la negativa del prefecto y debido al temor que había en la familia de que ocurriera un desastre, Benjamín escribió en un papel “Señor Falcón el portador exige las armas puede usted entregarle lo que hay” y fue firmado de mala gana por Antonio Moredia, al entregar el recado al jefe de los rebeldes, este leyó el papel y expresó “que nada por favor, sino que luego se las entregaran”, por lo cual, apuntando con la pistola a Benjamín exigió otra orden más terminante; el joven redacto otro recado y lo entregó, luego Gabriel Hernández demandó que los acompañara un integrante de la familia.
Los soldados de la guardia que eran rehenes, exhortaron a Benjamín para que los acompañara, el joven argumentó que no podía salir por encontrarse enfermo de un pie; ante esto, la señora Dolores y su criada Merced Portilla se ofrecieron a seguirlos, ya que los maderistas señalaron “nada les pasa, somos caballeros”, luego Benjamín por indicaciones de su padre fue a prevenir al juez de primera instancia y pedir auxilio a los vecinos, al llegar al Portal Hidalgo fue visto por uno de los rebeldes que lo obligó a regresar a su casa, y a pesar que tocó las puertas de varios vecinos en señal de auxilio ninguno abrió.
Los maderistas fueron a la casa del alcaide de la cárcel Leovigildo Sánchez, a quien la esposa del prefecto sugirió que no se resistiera y entregará las llaves de la prisión; luego se encaminaron al cuartel del destacamento de los Rurales, sitio en donde se encontraba Antonio J Falcón, al escuchar los golpes en la puerta, despertó y al abrir la ventana Gabriel Hernández entregó el recado, leyó el documento y se negó a dar las armas, ante esto el jefe maderista lo amago con una pistola, por lo que entrego en una espada, una pistola, una carabina y un sable de caballería y diecisiete Regmiton de infantería
Los alzados se marcharon y Antonio Falcón se encamino hacia la parroquia, al llegar a la mitad de la calle, escuchó vítores a Madero, disparos y golpes a una puerta, motivo por el cual regresó al cuartel. A continuación, los maderistas se enfilaron a casa de Jesús M Anzures, administrador del timbre y del correo, golpearon la puerta y Miguel Anzures, hijo del funcionario, preguntó quién tocaba, como respuesta le indicaron que saliera el señor Anzures inmediatamente porque lo necesitaban, al percatarse Miguel que hombres desconocidos se habían apostado en la puerta de su casa y tenían armas, alertó a su padre.
El administrador ordenó a sus hijos Miguel y Elías que huyeran, brincaron la pared que dividía su casa con la del alcaide de la cárcel, Leovigildo Sánchez y se ocultaron en este hogar; después de unos minutos los maderistas rompieron las vidrieras del zaguán, la puerta y entraron a la casa cinco individuos, exigiendo a doña Reginalda Lobato de Anzures que entregará los fondos del despacho, la señora respondió que su esposo no se encontraba y que el dinero se hallaba en las oficinas, por este motivo, buscaron al administrador con la intención de fusilarlo, al no encontrarlo se retiraron.
Al llegar a la cárcel, repitieron la operación, en esta ocasión la esposa del prefecto político tocó la puerta, el cabo primero Florentino Larios gritó ¡Quien vive! y Urbano Munive dijo “¡yo! ¡Abra usted la puerta inmediatamente!”, Larios obedeció y fue amagado con una pistola, entonces la esposa del prefecto, mostro la orden del jefe político; enseguida los rebeldes exigieron que abriera la puerta, en tanto Florentino Larios indico a sus compañeros que entregaran las armas, un dato importante que se desprende de la declaración de Florentino Larios, es que solamente cuatro soldados de la Guardia Nacional conocían el mecanismo de las carabinas, el resto no sabían manejarlas.
Una vez que los soldados estuvieron en la calle, Gabriel Hernández dijo que “si quieren ganar doce reales tomen las armas y vámonos”, reiteró que debían sumarse al grupo voluntariamente; uno de los guardias, de nombre Jovito Rocha, dijo: “lo que usted ordene mi capitán”, sin embargo, el cabecilla cambio de opinión y los dejo ir, excepto a Urbano Munive, González, la esposa del prefecto y su criada; el alcalde abrió la prisión y los reos fueron armados, como a dos de ellos les faltaran armas, el cabo Urbano Munive e Ignacio González entregaron las que portaban con el argumento que “tenían familia y no podían ir con ellos”, después Gabriel Hernández liberó a los guardias nacionales, a la esposa del prefecto y al alcaide.
Una vez que se proveyeron tanto de armas como de gente, los revolucionarios fueron a la presidencia municipal, al llegar, uno de ellos que tenía indumentaria de mecánico, subió al balcón de la prefectura y Gabriel Hernández ordenó a los reos Aurelio Flores, Enrique Hernández y Severiano Hernández que treparan sin demora, luego rompieron los vidrios con la culata de las carabinas golpearon las puertas hasta romperlas; en el interior del edificio se encontraba el guardia Adalberto Salinas, quien se despertó al oír los golpes y observó cómo los presos Enrique Hernández, Aurelio Flores, Severiano Hernández y el jefe Gabriel Hernández entraron al edificio.
[1] Cándido Portillo Cirio. General Gabriel M. Hernández, Tlaxcala, Editorial Cazatmex S.A., s/f [2] Cándido Portillo Cirio. General Gabriel M. Hernández, Tlaxcala, Editorial Cazatmex S.A., s/f [3] Este es un documento que ha sido muy poco difundido, pero fue firmado por representantes de los estados de Puebla, Tlaxcala, Guerrero, Michoacán, Campeche y el D.F. el 18 de marzo de 1911. Cándido Cirio Portillo. [4] Gildardo Magaña. Emiliano Zapata y el agrarismo en México, tomo I, pp 12-125, México, INEHRM, 1937. [5] El documento fue firmado por: Joaquín Miranda padre y Joaquín Miranda hijo de Michoacán por Carlos B. Mujica, Rodolfo Magaña, Antonio Navarrete y Gildardo Magaña , de Tlaxcala Gabriel M. Hernández, de Campeche por José Pinelo, de Puebla por Francisco y Felipe Fierro y del Distrito Federal por Francisco Maya, Miguel Frías y Felipe Sánchez. [6] Este documento lo firman Juan Andrew Almazán, Gabriel M Hernández, C Navarro, Camerino Mendoza, E. Segura, R Ruiz, R. Espinosa, A Guzmán, Heriberto Jara, Enrique W Paniagua, Miguel J Barrón, Francisco Reyes Pérez, Ignacio Flores, José Rodríguez, General Camilo Arriaga, Salvador González, Macario Román Salgado, J. Pesqueira, N Rivadeneyra, Juan J Múgica, AM Azueta, Sabas Valladare [7] Archivo de la Casa de la Cultura Jurídica, Fondo Tlaxcala, Sección Primer Juzgado de Distrito, Serie Penal, Subserie Procesos, Año 1911, exp.12 Cajas 36 [8] Originario de Tlaxco y de 38 años de edad, de oficio zapatero | por Guillermo Alberto Xelhuantzin Ramírez by #AgenciaInformativGraphosCcTlx
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